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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

COSAS DE MUJERES: ACTIVIDAD Y PARTICIPACIÓN (1969)

En México la emancipación femenina, como tantos otros cambios de la estructura social, de las formas de convivencia, de las actitudes mentales, sentimentales y prácticas, ha ido realizándose con más efectividad que alharacas, con más hechos que teorías.

El movimiento emancipador no ha atravesado por esa etapa heroica que enardecía los ánimos de sus protagonistas en los países europeos de finales del siglo XIX y que las impulsaba a enfrentar a las fuerzas represivas en manifestaciones callejeras de protesta, que las fortalecía en el padecimiento de la cárcel y la persecución, que las hacía invencibles a la befa.

No, aquí las cosas han ocurrido de otro modo. Sor Juana fue la primera en dar el ejemplo de cómo plegándose a las circunstancias será posible después operar sobre ellas y que quien gasta su pólvora en los infiernitos del desafío de las costumbres, del desplante rebelde y de la lucha frontal contra una tradición ve disminuidas sus energías, que han de conservarse íntegras para el cumplimiento de la obra que es la que hace válido el desafío, confiere un sentido al desplante y a la lucha.

Bajita la mano, pues, no dejando translucir nada ni en el atuendo ni en las actitudes, las mujeres mexicanas, aparentemente conformes a la sujeción de lo que Alfonsina Storni llamó “las tenazas dulces del patriarcado”, fueron, poco a poco, ampliando el camino de sus actividades y de su influencia.

Su presencia se advirtió primero (en tiempos de paz, porque en las convulsiones y en las confusiones revolucionarias se infiltran de manera tan fulgurante como efímera las corregidoras de Querétaro, las Leonas Vicario, las Adelitas) en las fábricas y en las oficinas. Después comenzaron a acudir, con guantes y sombreros para significar que eran decentes, a las aulas universitarias. A diplomarse en letras, en historia, en filosofía, en lo que era susceptible de tolerarse como un adorno más novedoso que el bordado y más silencioso que el piano. Porque, ¿quién iba a confiar en un litigio a una mujer aunque ostentara un título de abogado? ¿Quién iba a poner un enfermo en esas manos hechas, como dijo el poeta, “para mecer cunas y arrullar congojas”? ¿Quién iba a encargar la construcción de su casa a un arquitecto que no fuera hombre?

Tiempos de desconfianza, de recelo, de rechazo, que ahora se nos antojan remotísimos y absurdos y que, si nos fijamos bien, pertenecen a un ayer muy inmediato.

La vocación de las mujeres las hizo astutas para aproximarse a sus metas. Como ayudantes, como adjuntas, su figura fue volviéndose familiar para quienes acudían a un despacho, a un consultorio. Alguien, en un momento de apuro, recurrió a ellas… y el experimento no salió mal. El hecho volvió a repetirse, se convirtió en hábito y he aquí que, sin que nadie supiera cómo ni cómo no ya las mujeres desempeñaban las más diversas tareas, destacaban en la investigación científica, cultivaban con decoro las artes.

¿A costa de muchos sacrificios y de muchos tragos amargos? ¿Manteniendo un precario equilibrio entre las opuestas exigencias de la vida familiar y de la profesional? Es posible, más todavía, es seguro porque es lógico. Pero no estamos aquí para narrar hazañas sino para celebrar triunfos.

EL triunfo pertenece a todas. A la anónima maestra normalista no menos que a la representante en el Congreso y a la eficiente secretaria tanto como a la famosa pintora. Pero, entre esta multitud útil y valiosa, se elige a una que se considera como la encarnación del mérito de las demás para premiarlo en ella.

Así, desde el año de 1960 se creó el nombramiento de La mujer del año con el fin de rendir homenaje “a la mujer mexicana que durante los pasados doce meses, haya realizado una brillante labor de beneficio social en pro de la familia y de la comunidad. Este evento tiene también como objeto estimular el trabajo de la mujer y encausarlo hacia los más altos fines”.

Hasta hoy han recibido esta distinción doña Carmen Villegas de O’Farrill por su actividad como presidenta del Comité de Voluntarias del Instituto Mexicano de Rehabilitación; doña Francisca Dolores Valdés Delius por haber sido la primera mujer que en nuestro país dirigiera un periódico de la importancia de El Universal, la doctora Estela Barrera, primera mujer también que en nuestro país dirigiera una facultad universitaria: la de Odontología en Nuevo León. La actual senadora de Campeche, María Lavalle Urbina, por su actuación en los campos de la política nacional e internacional. Doña Amelia Caballero de Castillo Ledón, diplomática, escritora y alta funcionaria en instituciones culturales. Ángela Alessio Robles, que hizo brillantemente la carrera de ingeniería y que ha colaborado en la Dirección General de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal en la construcción de diversos e importantes trabajos. Ifigenia Martínez de Navarrete, economista muy distinguida y actualmente directora de la Facultad de Economía de la UNAM.

Este año la distinción recayó sobre la profesora María Andrade Del Rosal por la eficacia con que desempeñó el cargo de gobernadora de la Villa Olímpica Femenina. La ceremonia para honrarla fue organizada por María Eugenia Moreno, que dirige la revista Kena, y por las Damas Publicistas de México y Asociadas, A.C.

La variedad y la vastedad de las actividades a las que se dedica con éxito, la mujer, debería de habernos ya curado de espanto. Y sin embargo, cuando una joven (Luz María Díaz-Caneja) decide fundar y sostener una gran empresa, una agencia de noticias, esta primera noticia causa estupor y sospecha. No, no es posible que a ella, a una mujer, se le haya ocurrido esa idea. No, no es posible que ella, una mujer afronte una responsabilidad de tal magnitud. No, no es posible que ella, una mujer, posea los medios económicos para llevar a cabo su proyecto. ¿En qué la convierte entonces el rumor público? En una mujer de paja tras la que se ocultan intereses inconfesables. Tan inconfesables que hay que adivinarlos. ¿El Opus Dei? ¿Moscú? ¿Washington? ¿Pekín? ¿El Vaticano?

Ah, no demos acogida, ni siquiera en la suspicacia, a nombres exóticos. Los intereses inconfesables son orgullosamente mexicanos: la agencia ha surgido como el primer paso de la campaña presidencial del todavía Tapado. La agencia servirá para difundir la ideología del poderoso grupo de banqueros Fulanos o Zutanos, etcétera.

Ha sido necesario que Luz María Díaz-Caneja haga una declaración pública de sus propósitos, de sus fuentes de ingresos, de sus antecedentes profesionales, de los nombres y capitales de sus socios, de los mecanismos de su organización, de los colaboradores a que ha recurrido. Ha sido necesaria una declaración pública que apareció en las páginas centrales de una revista y en las de los diarios capitalinos de más amplio tiraje. Ha sido necesario, sí, ¿pero, será suficiente?

Excélsior, 15 de marzo de 1969, pp. 6A, 8A.

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