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Los medios de confusión

  • Foto del escritor: Rosario Castellanos Figueroa
    Rosario Castellanos Figueroa
  • hace 12 minutos
  • 5 Min. de lectura

Un moralista es, por lo general, no una persona que ha adoptado una norma de conducta, sino que se ha situado en un punto de vista que le permite descubrir la paja en el ojo ajeno y no darse cuenta de la viga en el propio. Pero, independientemente de ello, nada es más fácil para el moralista que encaramarse en su tribuna de papel periódico, de ondas radiofónicas, de imágenes televisadas y desde allí señalar, con el consabido índice de fuego, el descarrío de la juventud. No sólo se muestran los efectos concretos del libertinaje, de rebeldía sin causa, de irresponsabilidad, sino también las causas que parecen obvias: los jóvenes han perdido el respeto a sus mayores y la fe en los ideales. Pero en vez de proceder lógicamente y preguntarse si los mayores todavía son dignos de respeto y si los ideales tienen aún vigencia y lo que es más, viabilidad, el moralista se desmelena y clama porque sobrevenga el castigo severo y ejemplar. ¡Hora oportuna para acordarse de los ejemplos! ¿Cuáles se les propone sin cesar a los jóvenes al través de todos los formidables medios de difusión de las ideas? ¿Cuáles son las imágenes con que la propaganda bombardea sus sentidos, su inteligencia, su sensibilidad? No necesitamos recurrir a un diccionario para elaborar la respuesta. Las palabras clave son muy pocas: éxito, placer, violencia. Pero estas pocas palabras pueden combinarse de muchos modos. “El éxito proporciona placer y es susceptible de conseguirse a través de la violencia”. O “la violencia proporciona placer y el placer y el éxito no son más que la misma cosa”. O “el placer mayor es el que se logra alcanzando el éxito, gracias a la violencia”.

 

De tales palabras se sirve el héroe popular contemporáneo para formular su lema y su programa de acción. No vamos a ser tan ingenuos en suponer que tal héroe tendrá las delicadezas que recomendaba Enrique González Martínez, delicadezas que llegaban al extremo de quitarse las sandalias para no herir las piedras del camino. Al contrario, se abrirá paso como los jugadores de futbol ante la muralla humana que se le opone; con una habilidad despiadada, con una rudeza precisa y eficaz. Al fin y al cabo meter un gol no únicamente lo justifica, sino que conquista el aplauso delirante de la multitud.

 

El joven imita a sus modelos, pero al mismo tiempo escandaliza a sus mentores. Hay aquí una contradicción que debe hacerlo pensar en que existe alguna falta en el mecanismo social. Pero del joven nadie espera que piense sino que se adapte, es decir, que obedezca. Sus pensamientos producirían, quizá, más escándalo que sus actitudes o que sus actos. Pero cesemos de preocuparnos por este problema porque, en última instancia, los jóvenes no suelen tener a la mano ni formas adecuadas de expresarse ni ámbitos amplios en los que su expresión resuene.

 

Y, sin embargo, piensan. Y no aprueban con la facilidad con que quisiéramos, y no asienten a lo que está dictaminado desde siempre, sino que ejercen una crítica que, precisamente porque surge de la falta de experiencia, de compromisos reales, de ataduras concretas, es tanto más implacable, más demoledora, más rigurosa y más total.

 

Nada los detiene y lo divino y lo humano tienen que prepararse para resistir este asalto. Un asalto silencioso… hasta que alguien pare y escuche. O hasta que otro, con más iniciativa, encabece la hazaña, incite, impulse.

 

Se puede dar el caso. Se ha dado ya en el Seminario de Letras Mexicanas que dirige en la preparatoria de Coapa la maestra Margo Glantz.

 

Entre las tareas de su clase, Margo Glantz puso a sus alumnos a reflexionar no sólo sobre los textos elaborados literariamente, sino sobre esos otros que no tienen más propósito que transmitir una noticia. Los medios de difusión ─que más merecen el calificativo de medios de confusión─ (dice Margo) han sido condenados por mis alumnos con ingenuidad o agudeza, con mayor o menor acierto, pero siempre con sinceridad. La parodia que deslava los defectos ha sido su instrumento y, al través de él, entendemos su destructividad. La prensa que exalta la morbosidad, la impericia, la falta de honradez y hasta de conocimientos gramaticales de los redactores; la cursilería rimbombante de las reseñas sociales; las estaciones de radio y televisión chabacanas y melodramáticas, aparecen en las páginas de un pequeño folleto en que han participado dos generaciones de alumnos, cuya lucidez (que no ha de ser tan excepcional como querrían los que se dirigen al público desde el supuesto de que está integrado por débiles mentales) debemos tener presente para respetarla.

 

La nota roja por su índole misma, es la que devoran con mayor avidez los adolescentes. ¿Pero cómo asimilan y reproducen esa truculencia gratuita, ese lenguaje estereotipado, ese aspaviento hipócrita de desaprobación? Observémoslo en un remedo de reportaje hecho por Juan José Lomelí Sánchez y cuya “cabeza” ya es digna de figurar en una antología: “Hombre a dentelladas y puñaladas fue hecho criba por sus suegros”:

 

En el anfiteatro del nosocomio de San Serafín Cordero, fue autopsiado un hombre cosido a puñaladas. El victimario es Pomponio Barriga, de treinta y siete años de edad, vecino activo del barrio famoso de Tepito. En el dictamen facultativo, dado por el médico legista, se hace una descripción minuciosa del brutal asesinato perpetrado por dos suegros: en el antedicho cuerpo se registraron más de cuatrocientas puñaladas hechas por arma punzocortante y por dentelladas; se dice que la suegra, principalmente, le mutiló los dedos de los pies y de las manos. El sinnúmero de dentelladas aunado al fierro acribille, causado por arma aguda, hacen que el cuerpo del hoy extinto presente una deformidad uniforme. El estado cribo del cuerpo ya no permitió amortaje de ninguna especie y como medida antisacrílega se procedió al incineramiento de los restos funerarios. La urna con los restos incinerados del desaparecido pasaron a la capilla central de la Rotonda de los Hombres Ilustres de Tacubaya.

 

En las secciones dedicadas a los acontecimientos sociales, Víctor Manuel Toledo nos participa que la “señorita Ranciola se vestirá de violeta” (NOTA: “se ignora el motivo”) ¿Es posible captar en menos palabras el espíritu que anima estas reseñas de nimiedades? Y mientras tanto, la cultura, quejándose de falta de espacio.

 

Los deportes se consignan así: “El Axis venció al Naranjas por 3 goles a 0 en un partido que se llevará a cabo mañana en la noche”. El triunfo es lícitamente predecible porque ya se sabe que siempre gana el mejor.

 

Los avisos oportunos, las recetas de belleza, los consejos sentimentales, las orientaciones de la moda y hasta los horóscopos se exhiben, a través de la burla de estos muchachos, con la totalidad de su incoherencia, de su inepcia, de su apelación a los lugares comunes más desprovistos ya de sentido. Vernos contemplados en un espejo, aún tan puro y sin complacencias, debe hacer que, por los menos, nos sintamos incómodos y hagamos propósito de enmienda.

 

Excélsior, 28 de noviembre de 1964, pp. 6A, 8A.

 
 
 

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