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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

LUIS SPOTA: COMPLICIDADES Y ABYECCIONES (1959)

En los últimos años ha ganado preponderancia en nuestro medio un tipo de escritor que tiene antecedentes ilustres en la tradición literaria mexicana: el que se forja en el periodismo y alterna esta actividad con las otras de creación. Pero si en épocas anteriores su signo distintivo era un limpio afán didáctico y de orientación hacia ideales políticos progresistas, en la actualidad emplea la demagogia como un instrumento más en su persecución y disfrute del éxito.

Es así como el escritor-periodista (con sus miles de lectores, sus ediciones y traducciones múltiples, su mensaje apresurado, confuso, incoherente, su técnica eficaz, su ignorancia agresiva, sus “buenos cheques” y su falta de estilo) se enfrenta al escritor-escritor que borda primores formales en el vacío de su torre de marfil.

Mientras hacíamos la descripción del escritor-periodista, ¿en quién pensaba usted? ¿En Luis Spota? ¡Qué coincidencia! Seguramente usted lo conoce; ha leído, y se ha pasmado, esas entrevistas en las que, con una robusta seguridad en sí mismo, se declara aspirante al premio Nobel. Y ha devorado esas novelas sensacionales que se agotan, se filman, se reimprimen y vuelven a agotarse. La última es, hasta hoy, Las horas violentas. *

Un periodista, por definición, es un hombre informado, atento a lo que sucede a su alrededor. Luis Spota estuvo al tanto, pues, de los lamentables incidentes en los que el movimiento depurador de nuestro sindicalismo alcanzó su crisis y de las reclamaciones obreras a las que el gobierno respondió con la cárcel. Un periodista, por definición también, “las pescas al vuelo”, y Luis Spota aprovecha la coyuntura a que hemos aludido para urdir un libro en el que la huelga es el protagonista.

Una huelga puede entenderse como un derecho, un arma de combate, la culminación y al mismo tempo la vía solucionadora de un conflicto; pero Luis Spota prefirió otro punto de vista: la huelga como un problema sentimental.

El patrón (padre, patriarca) sufre, no tanto por sus intereses perjudicados cuanto por la ingratitud de quienes, al trabajar para él, han gozado de su protección. Y éstos, por su parte, se lanzan a la aventura de suspender sus labores en un arrebato de euforia irracional: pero después vagan nostálgicos de una rutina ininterrumpida y sin saber qué hacer ante un trastorno absurdo cuyo único desenlace tiene que ser la catástrofe. Los que medran en el relajo son, ¡oh, sorpresa!, los desalmados, repugnantes, fríos y peligrosos comunistas. ¿Triunfan? No, eso iría contra las reglas del juego. Los comunistas, a sus taras fisiológicas y mentales, a su desprecio a la Virgen de Guadalupe, a sus escupitajos continuos, añaden la triste condición de peleles, de intermediarios y de verdugos. El beneficio de las intrigas va a parar al líder corrompido, al logrero de la Revolución. Pero no hay que alarmarse, porque la vida sigue su curso: el amor cunde aquí y allá, los niños nacen en el momento oportuno y un cordial apretón de manos entre las clases en pugna da por tierra con las maquinaciones de los hombres sin escrúpulos. La moraleja es: trabajador, si te estás quieto y no te metes en líos la empresa te recompensará con un suntuoso campo de beisbol.

Todo esto narrado con mucho punto y seguido; con esa mezcla contundente de sexo y violencia cuyo secreto ha sido arrebatado a Mickey Spillane; y con una diluida, subliminal propaganda al coñac Madero.

Entre los escritores mexicanos, que suelen con frecuencia ser soporíferos como si eso constituyera una garantía de profundidad, Luis Spota elige lo que muchos grandes rechazan: ser ameno. Sus buceos son rápidos y sus hallazgos fáciles. Usa el brochazo gordo, la pintura cuya fórmula se adquiere, no se inventa, para plasmar unas situaciones sin perspectivas y unos personajes tan sin matices y tan burdamente dibujados que precisan de un marbete que los identifique, los distinga y les imponga una conducta. Y para que el lector no se equivoque y vaya a experimentar una simpatía injustificada o a extraer conclusiones heterodoxas, agrupa a los buenos del lado derecho y confina los malos en el izquierdo.

Por las mismas causas prefiere conmover su curiosidad antes que excitar su imaginación; apelar a su conformismo y no a su sentido de justicia; arrullado con repeticiones en vez de inquietarlo con verdades.

¿Y quién es el lector que merece tantas consideraciones de Spota? El burgués —grande y pequeño, celoso de sus privilegios, guardián del orden—; el proletario sin conciencia de clase que venera supersticiosamente a sus explotadores; el intelectual que se parapeta en el desdén para callar sus juicios o que se suma al coro de alabanzas para ocultar su envidia. De tales complicidades, abyecciones y reticencias está hecho el best seller que hoy comentamos.


*México, Libro-Mex Editores, 1959.

Revista Mexicana de Literatura, núm. 2, abril-junio de 1959, pp.179-180.


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