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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

Distancia del amigo (poema)

En una tierra antigua de olivos y cipreses ha fechado mi amigo su más reciente carta. Lo imagino escribiendo, sentado en una roca a la orilla del mar, tirando piedrecitas sobre el lomo verduzco de las olas. (Si estuviera en un parque tiraría migas a los gorriones, si en un estanque, Ledas a los cisnes.) Lo imagino volviendo su rostro hacia el crepúsculo, mordisqueando una brizna mientras piensa que la vida es tan bella porque es corta. (No es de los que invocan a la muerte. Es de los que la hospedan, silenciosos, en el sitio más hondo de su cuerpo.) Se levanta después y camina despacio, con las manos metidas en las bolsas de un traje viejo y ancho. Puede hervir a su lado la multitud. Mi amigo está solo. Entre hombres embriagados de dicha, entre mujeres ojerosas de duelo lleva su soledad como una espada desnuda y eficaz, radiante de amenazas. Llega a su cuarto. Lo abre. Nadie espera. Hay un olor oscuro, pesado, de ventana estrangulada. Igual que cuatro cirios metálicos relucen las cuatro extremidades agudas de la cama. Se ha desplomado en ella y una punta lo hiere. ¡Cómo sangra empapando las sábanas, tiñéndolas, cómo se queda lívido y exangüe mientras bajo su frente se incendian las almohadas!

La fecha de esta carta que estrujo es muy remota —de un tiempo en el que el tiempo no existía— y la ciudad de que habla se reclina más allá de los mapas. Mí amigo, sin embargo, está cercano. Podría yo tocarlo si pudiera tocar mi corazón recóndito y sellado.


Rosario Castellanos

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