EL AULA: ATMÓSFERA RESPIRABLE (1971)
- Rosario Castellanos Figueroa
- 9 nov 2024
- 4 Min. de lectura
Tel Aviv.— No sé si para usted constituye una sorpresa lo que ahora voy a contarle porque hace algún tiempo (cuando Dios aún no quería hacernos regular y oportuno el envío de la valija periodística y habíamos perdido contacto con México e ignorábamos si nuestra colaboración con Excélsior era recibida y publicada), escribí un artículo respecto a mis posibilidades de impartir un curso en la Universidad Hebrea de Jerusalén y todo lo que de esa actividad esperaba lograr. Pero, en cuanto a mí concierne, no es sorpresa sino el resultado favorable de un proyecto que nunca abandoné.
Recuerdo que cuando fuimos llamados (y cuando digo fuimos me refiero al grupo de embajadores que acabábamos de ser nombrados, no vaya usted a pensar que estoy empezando a hacer uso del Nos mayestático o pluralidad ficticia, que de ambos modos suele y puede llamársele) a recibir instrucciones directas del señor Presidente de la República yo le pedí dos permisos: el de seguir escribiendo aquí, en este espacio en el que usted me encuentra casi infaliblemente cada semana, y el de continuar con la actividad de maestra que abandona la UNAM.
El licenciado Echeverría no sólo no encontró objeción a ninguna de las dos proposiciones sino que le parecieron útiles como medios de acercamiento entre México e Israel.
Así pues, al llegar aquí no desperdicié la mínima oportunidad de insinuar el interés que tenía por la vida académica. Fue así como entré en contacto con las instituciones de altos estudios. Conocí el Instituto Weizmann, la Universidad de Tel Aviv, el Technion de Haifa. En cuanto a la Universidad Hebrea de Jerusalén ya me era familiar. La visité durante mi primera estancia en Israel, en diciembre del año pasado, cuando vine invitada por el Instituto Central de Relaciones Culturales que este país establece con los de hispana. Es más, hasta di una conferencia en el Departamento de Estudios Españoles e Hispanoamericanos que apenas acaba de dejar de dirigir el profesor Moshe Lazar.
Antes de dar por terminada su función en Jerusalén el profesor Lazar me llamó para que discutiéramos la viabilidad de que yo dictara un curso. Había algunos pequeños problemas de protocolo pero después de ponderar si se había hecho el hombre para el sábado o el sábado para el hombre, los dimos por superados. Sólo quedaba pendiente el horario, el tema y la bibliografía.
El horario es una minucia con la que no voy a agraviarlo refiriéndosela. En cuanto la bibliografía no le va a ser útil pues por sabida se calla. Pero el tema sí es algo en lo que pienso detenerme. Se trata, no de dar un panorama de la actual narrativa de México, sino de escoger tres libros representativos de distintas tendencias y de la más alta calidad literaria. Estos tres libros son: Pedro Páramo (¡naturalmente!) de Juan Rulfo, que aquí he visto en los escaparates traducidos al inglés, La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes y Hasta no verte Jesús mío, de Elena Poniatowska.
No, querido colega, no se sulfure si no está incluido. Elegir es rechazar, como dijo alguien. Y si yo misma me he rechazado (y le aseguro que no es por modestia ni por buen gusto sino por apego a la más estricta objetividad), ¿qué podía esperar alguien que quizá fuera más valioso aunque, desde luego, tendría que ser siempre menos próximo?
Bien. Admitamos, pues, que —por una u otra razón— usted y yo estamos excluidos. ¿Pero por qué están incluidos los otros tres? Porque, a mi modo de ver, cada uno de ellos encabeza, es el más alto grado de excelencia, cada una de las corrientes literarias más significativas actualmente en México.
Juan Rulfo la que se denomina del realismo mágico: ese modo de padecer y de representar el mundo sin dar ninguna explicación ni ninguna justificación de él sino que, mostrándonos sus figuras, logra contagiarnos un sentimiento profundo de la necesidad (en el sentido filosófico del término), de la necesidad de las cosas. Carlos Fuentes (por lo menos en el momento de escribir La muerte de Artemio Cruz) la del realismo crítico, una tentativa de entender lo que acontece, una concepción del hombre como ente social, una “aspiración a la lucidez”, un análisis —lo más exhaustivo posible— de nuestro horizonte nacional.
Elena Poniatowska porque eleva el documento a la categoría de obra de arte. Este documento que ha abierto salidas a los callejones en los que se mete nuestra literatura cada vez que se desinteresa de los que está a su alrededor, cada vez que se va por los cerros de Úbeda e intenta encerrarse en una torre de marfil; cada vez que inventa en vez de observar, de recibir y de componer.
Los alumnos que voy a tener aquí son muy distintos a los que tenía en México y a los que volveré a tener cuando vuelva.
Por lo pronto, mayores en edad. Antes de llegar al umbral de su carrera han hecho su servicio militar, lo cual implica no únicamente tres años dedicados al ejército sino la adquisición de una disciplina, la integración completa a la sociedad, el aprendizaje de ciertas técnicas y habilidades, la conciencia en la que se ha desarrollado un profundo sentido de la responsabilidad.
Mayores en edad y, consecuentemente, también en saber y gobierno. Esos tres años de “aplazamiento” han permitido que se extingan muchas llamaradas de petate de vocaciones que se hubieran querido tener pero que no se tenían. El servicio militar actúa también como un medio selectivo. A los veintiún años ya no se es un adolescente y las ilusiones se han perdido en el contacto con realidades que pueden llegar a ser extremas, como la de la muerte, por ejemplo. O como la del amor y la formación de una familia, lo que obliga al jefe a mantenerla y a la esposa a cuidarla.
Por su parte, la Universidad también escoge por medio de una serie de exámenes y de requisitos que tienen que ser cumplidos si el aspirante quiere ser admitido. Para los que no lo son quedan otras opciones que les aseguran un estatus respetable dentro del grupo.
Todo esto me lo explicaba el doctor Abraham Harttmann, presidente de la Universidad, mientras recorríamos sus hermosos edificios que se están ampliando porque los que existen ya son insuficientes. ¿Inquietudes políticas? Sí, empiezan a surgir… en la medida en que aumenta el contingente de muchachos que provienen de Latinoamérica.
Excélsior, 1º de septiembre de 1971, pp. 7A, 8A.
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