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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

Mala fe (poema)

Ni el cielo constelado de estrellas ni la ley moral, urdida en la raíz del hombre. No, a diferencia exacta de Kant, no me suscitan tales contemplaciones tales meditaciones, maravilla o asombro. Me conmueve más bien la vastedad del espacio, la inmensa magnitud de los tiempos y las cosas que son las que ocurren. ¡Tantas cosas! Orugas, tempestades, hiedras alrededor de una columna a medio derruir, casitas suburbanas, tractores, incunables, abrelatas, tratados de paz, mesas de bridge, piedras semipreciosas, recetas de cocina y más y más y más. Y yo erigiéndome en el centro del mundo y sintiéndome el foco de la atención de todo lo que existe o de aquel que lo creó si es que lo que existe ha sido creado. Y yo, coronación de siglos, en que el cambio se llama evolución para darle un sentido de perfeccionamiento y espiral y no de anillo simple que se cierra. Se llama evolución, por el mismo principio utilitario por el que se vendan los ojos a la mula de noria, vuelta y vuelta, para que no se eche a morir de aburrimiento. Se llama evolución y yo soy la cereza puesta sobre la punta del helado. Pero hay un problema que, a veces, me preocupa: la piedra en el zapato, el aire que se agita y me despeina y el arañazo del que convalezco.

Es el Mal. Con Mayúscula. Es la prueba patente de que en el Universo algo falló y alguien tiene la culpa: Dios, el diablo, nuestros primeros padres o los últimos. Mas yo pago el rescate —con actos de bondad, con sufrimiento— para que se restaure el equilibrio y todo continúe, como ahora, girando. Esta idea, en verdad, me pasma y de esta certidumbre intocable me sustento.


Rosario Castellano

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