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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

MIRADA DESDE ISRAEL: LA POLÍTICA MEXICANA (1973)

Tel Aviv.—En la Universidad de Tel Aviv existe el Instituto David Horowitz (fundado por el antiguo gobernador del Banco de Israel) para la Investigación de los Países en Desarrollo. Lo integran miembros de diferentes círculos académicos quienes organizan cursos interdisciplinarios con los que se elabora un programa que gira alrededor de tres temas centrales: el primero estudia los problemas generales del desarrollo y planeación tanto económicos como sociales. El segundo propone una teoría del desarrollo y el tercero contempla los modelos de desarrollo.

Este Instituto tiene seis años de existencia y el primero de sus reportes ha sido escrito por el profesor David Schers sobre “El sector popular del Partido Revolucionario Institucional en México”.

El profesor Schers contó, para la redacción de su trabajo, con una serie de documentos y su bibliografía es muy amplia. Pero tuvo también la oportunidad de observar de cerca la estructura y el funcionamiento de la Confederación Nacional de Organizaciones populares,, durante una estancia de varios meses en nuestros país en la cual se abrieron las puertas de las oficinas, se le permitió el acceso a los archivos y se le invitó a tomar parte en los eventos que se llevan al cabo dentro de esta Confederación, creada durante el sexenio avilcamachista.

La política mexicana, afirma el profesor Schers en el prólogo de su trabajo, ha atraído la atención de muchos estudiosos de las ciencias sociales, principalmente de los Estados Unidos “por su estabilidad en un área en la que golpes de estado, revoluciones y disturbios en general, son tan frecuentes”.

Este hecho es considerado por algunos como un modelo de desarrollo en el que se da una armoniosa combinación de estabilidad política y de progreso económico. Pero otros no dejan de ver, sin aprensión, la predominancia de un partido sobre los demás. Y de ninguna manera es obvio que la distribución de la riqueza entre los diferentes grupos sociales y clases en México sea una distribución equitativa y justa.

El autor traza una línea histórica desde la fundación de la CNOP hasta nuestros días; señala los métodos que se usan para expandirse, mantener relaciones con otras corporaciones, elegir a sus líderes, responder simultánea y eficazmente a las exigencias de “la base" y a las líneas directrices “de arriba”, prosperar y fortalecerse, resolver los conflictos con sus rivales.

El profesor Schers llega, siguiendo esta línea, hasta diciembre de 1971. Es decir que, dentro de los términos de su investigación, quedan los acontecimientos de 1968 (que no pretende explicar sino únicamente describir) y los del 10 de junio que, si no son claros en sus orígenes, sí lo fueron —en un cierto nivel— en sus consecuencias.

De los múltiples aspectos de esta investigación (en la que uno se encuentra, de pronto, con figuras de tan conocidas ya olvidadas, con prácticas de tan usuales inadvertidas, con detalles que ayudan a contemplar un perfil que no se ha mirado más que desde lejos y siempre con los ojos del simpatizante o del antagonista nunca con la perspectiva del científico) me interesa principalmente uno: el modo como se recluta a quienes van a incorporarse a la Confederación. La manera como se aproximan a ella los intelectuales y los estudiantes.

Según el profesor Schers (y usted lo desmentirá o estará de acuerdo con él, porque yo de este asunto —como de todos los demás—estoy mucho menos enterada que usted) existen dentro de la CNOP varios caminos para llegar del anonimato de la masa a la posición privilegiada del liderazgo.

De ellos el menos frecuente quizá pero el más seguro es el del “contacto personal”. El líder se da cuenta de las potencialidades del otro. ¿De qué manera? El profesor Schers no lo dice pero nosotros sabemos que, gracias a Dios, existen los concursos de oratoria; las efemérides patrióticas; los manifiestos en los que se firma para apoyar algo o para rechazar algo. Oportunidades, en fin, de hacerse visible sin ser demasiado conspicuo. El líder invita a tan interesante persona para que colabore con él.

“Tal invitación no significa, de ningún modo, un acceso automático a una posición importante. El elegido tiene que unirse a otros jóvenes activistas que desempeñan varias funciones: recibir visitantes de escasa importancia; escribir artículos y discursos; acompañar al líder en sus apariciones en público. Tales jóvenes ayudantes se encuentran casi todas las noches y varias veces durante el día en las oficinas centrales de la Confederación. Son estudiantes, jóvenes abogados y otros profesionistas que quieren hacer carrera política.”

En tanto que ayudantes ambiciosos, hacen méritos y aprenden del dechado que tienen frente a sí al mismo tiempo que son observados cuidadosamente para determinar si tienen o no las cualidades requeridas para ocupar un puesto clave. “Los criterios de evaluación buscan, principalmente, prudencia, lealtad, capacidad. Si ya no se trata de jóvenes prometedores tendrán que ser profesionistas de éxito. Poseen experiencia, conexiones, dinero.”

¿Y cuando no se recibe el llamado? Se propicia. En tiempo de elecciones se crea una organización, se le bautiza, se lanza un manifiesto en el que no se desperdicia ninguno de los lugares comunes de la retórica oficial, se redactan estudios, se hacen desayunos. Muchos de estos grupos se quedan en el limbo del membrete. Otros son más viables y llegan a figurar.

En lo que se refiere a los estudiantes voy a traducir lo que dice el profesor Schers: “Pequeños grupos o individuos relacionados en el PRI actúan dentro de las organizaciones estudiantiles en las preparatorias y las universidades. Sin embargo los estudiantes, en general, rechazan el establishment y es peligroso para el futuro político de quien actúa en medios estudiantiles ser identificado muy estrechamente con el mundo oficial. Un patrón de conducta de los jóvenes líderes podría ser el siguiente: encabezar organizaciones de izquierda, concederse un corto periodo de inactividad y, finalmente, afiliarse al partido. ¿Claudicación? No siempre. Algunos de los jóvenes líderes están convencidos de que si quieren tener influencia política deben pertenecer al partido. En cuanto a las motivaciones psicológicas, pueden ser desde el deseo de beneficio propio hasta la decepción de revolucionarios sinceros que han comprobado la ineficacia de sus métodos y tratan de justificar la elección de los nuevos con el fin, que ha permanecido invariable. A veces ambas motivaciones se mezclan…”

Y a la postre, el fin y los medios se confunden. Una buena conciencia no es imposible de lograr. Y así como el banquero recuerda con una nostalgia irónica sus versos de adolescentes así también el funcionario que ha comprendido que la política es el arte de lo posible recuerda los imposibles ideales en los que ardió su juventud.


Excélsior, 29 de enero de 1973, pp. 7A, 8A.



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