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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

Nuestros jóvenes: señales de vida (1968)

Antes de que la incidencia de ley presidencial solicitase que se consideraran ciudadanos en el pleno ejercicio de sus deberes y derechos a los jóvenes que hayan alcanzado la edad de dieciocho años, un grupo de personalidades distinguidas en sus campos respectivos de especialidad (el licenciado Gilberto Loyo, el maestro Federico Canessi, el maestro José Reyes Meza, el licenciado y doctor Juan Manuel Terán Mata, el licenciado y general Joaquín Zapata Vela) había organizado, con la activa y eficiente colaboración de su secretaria, Zita Basich de Canessi, una mesa redonda “sobre actitudes de la juventud frente a los problemas nacionales y sobre problemas de la juventud en México”.

Entre los múltiples temas que allí se abordaron y se discutieron hay uno que ahora aparece como singularmente oportuno: el de “Los jóvenes y la política” de cuya ponencia es autor Jorge Pinto Mazal, a quien el currículum presenta como nacido en México en 1945, estudiante de derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución en la que desempeña algún cargo administrativo (el de coordinador interno de la Casa del Lago) y en cuyos órganos de difusión escrita colabora.

Su punto de vista, interesante por la edad, la preparación académica y el contacto directo con las generaciones más recientes y activas de nuestro país, merece divulgarse con amplitud y eso es lo que estamos intentando en estas páginas.

Por lo pronto rechaza las concepciones tradicionales que definían a la juventud exclusivamente como un periodo de aprendizaje y como un ensayo general del repertorio de actitudes de los adultos antes de tener acceso a su condición.

Para Pinto Mazal la juventud no es sólo un momento negativo y receptivo sino “acción fuente y aun factor de poder. Es sorprendente observar cómo la mirada del mundo se dirige hacia los estudiantes como la vanguardia de los movimientos revolucionarios; ellos son los que empuñan a bandera del cambio hasta transformarla en acción directa”.

Cita como origen de esta nueva manera de ser, que los jóvenes se adjudican a sí mismos, los sucesos ocurridos en la Universidad de Berkeley, California, en que la diferencia respecto de los problemas nacionales y mundiales se transforma en exigencia de que la enseñanza se democratice y se humanice, los derechos civiles se respeten y la paz sea el terreno en que se solucionen los conflictos.

El intercambio de ideas con los maestros los ayudará a esclarecer sus posiciones políticas y a formularlas con más precisión. Así se integra la Student for Democratic Society con un carácter que traspasa los límites locales y que se preocupa por investigar y poner de manifiesto los nexos de las universidades norteamericanas con la CIA y con el Pentágono que las utilizaban como instrumentos de defensa de sus intereses.

En Europa los alemanes encuentran a su ideólogo en Marcuse y advierten el peligro de una nueva era fascista contra la que luchan de una manera abierta. En Francia los universitarios provocan una crisis de una magnitud insospechada al demandar reformas que beneficien a los sectores no privilegiados de la población. En Italia se cierra la Universidad, que los estudiantes declaran anacrónica y obsoleta y las autoridades consideran subversiva y peligrosa. En España el punto neurálgico de la inconformidad y de la protesta está en los claustros universitarios que son frecuentemente invadidos por la policía y aun por el ejército.

Dentro del ámbito socialista tenemos los ejemplos de Praga, de Polonia, de Yugoslavia que presionan a sus respectivos gobiernos para que se opere un cambio en las estructuras existentes, para que se permita un margen más amplio de actividad y participación a las generaciones nuevas.

En América Latina (Chile, Colombia, Venezuela principalmente) las metas son otras: destruir los sistemas opresivos, distribuir de un modo más equitativo la riqueza, alcanzar la independencia económica y la democracia efectiva.

¿Y México?¿A través de qué organismos, de qué partidos, de qué ligas, de qué clubes se expresan y se manifiestan los jóvenes? ¿Quiénes son sus líderes y sus guías?

Según Pinto Mazal el PRI, en su declaración de principios del 18 de febrero de 1946, expuso, como uno de sus deberes, “cooperar a que se intensifique la educación superior, crear dentro de la juventud una conciencia cívica, encomendándole misiones al servicio de la colectividad”. Como esto no ha pasado de ser letra muerta y tampoco han acertado a colmar este vacío ni el PAN, ni el PPS, ni el PC, tuvo que crearse el instituto Nacional de la Juventud Mexicana para “preparar, dirigir y orientar (a la susodicha juventud) en todos los problemas básicos nacionales para alcanzar el ideal democrático, su prosperidad material y espiritual”.

Ése es el propósito. La realidad, según Pinto Mazal, es que el INJM se preocupa fundamentalmente por “conformar” al joven con las instituciones establecidas y convertirlo “en un dócil instrumento del grupo en el poder”.

¿Y las universidades? Están en continua efervescencia que a veces alcanza la categoría de conflictos serios. Se protesta contra la carestía de la vida, contra la corrupción política en Michoacán y en Sonora. La protesta se acalla con la intervención de la tropa, así como acontece en Guerrero, Durango y Tabasco. Hay muertos, como en el muy reciente caso de Puebla. Pero lo que no hay es (y si lo hay no se revela) una motivación clara y explícita de las actitudes de los jóvenes, una doctrina coherente que respalde su conducta, unas metas que se hayan propuesto alcanzar a través de la huelga, por una parte; y por la otra una justificación del gobierno para el uso de la violencia que, siempre condenable, en las circunstancias que mencionamos parece singularmente desmesurada.

Del texto de Jorge Pinto Mazal se desprende una desoladora conclusión. Mientras en Europa y el resto de América los jóvenes examinan sus circunstancias históricas y siguen una táctica, si no siempre adecuada sí por lo menos siempre pensada, de rechazo a los aspectos negativos de su sociedad y elaboran programas practicables de mejoramiento y de reforma, en México gastamos la pólvora en infiernitos. De ninguna de las grandes convulsiones estudiantiles ocurridas en los últimos años se ha derivado como consecuencia ningún cambio en la vida colectiva.

Y éstos son los jóvenes que dan señales de vida. Los otros (obreros, campesinos, aristócratas) se encuentran al margen y la política no les interesa o por ignorancia o por desdén. ¿Es esto un signo de madurez? No. Pero como dicen que la función crea el órgano, quizá si se les da el voto asuman su responsabilidad social.


Excélsior, 20 de julio de 1968, pp. 7A, 8A.

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