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  • Foto del escritorRosario Castellanos Figueroa

UNIVERSIDAD: UNA INSTITUCIÓN DE SERVICIO (1969)

El número de la Gaceta Universitaria, editada con fecha 1º de febrero, dedica alguna de sus páginas a informar al público acerca de “las aportaciones de la UNAM al desarrollo del país”.

Se refiere en ellas, concretamente, al Instituto de Geofísica y al Instituto de Ingeniería que asesoran a Petróleos Mexicanos para proteger las plataformas de perforación construidas en el Golfo de México.

La colaboración se cumple también en otros sentidos: en forma de becas universitarias concedidas a empleados de Pemex, por una parte, y por la otra como labor conjunta en los campos de la matemática, la física, la química y la geofísica. Labor conjunta que realizan la Universidad y el Instituto Mexicano del Petróleo, ya que ambos persiguen un mismo fin que es preparar especialistas en estas disciplinas sin cuyo estudio no es posible suponer la formación posterior de técnicos.

En cuanto a la geología, el director de su instituto correspondiente, ingeniero Diego Córdoba Méndez, ha declarado que más de la mitad del territorio nacional está poco explorada en sus recursos minerales, geohidrológicos y petrolíferos y que de esta ignorancia resulta que una enorme riqueza deja de ser aprovechada. Para que se remedie una falla tan grave la Facultad de Ciencias de la UNAM ha creado la maestría y el doctorado en geología, lo que va a incrementar el número de estos profesionistas y a perfeccionar y a ampliar sus conocimientos científicos.

Tal medida es parte de un proyecto que incluye puntos que abarcan desde cursos elementales que se impartirán de acuerdo con los programas de la Secretaría de Educación Pública hasta cursos más complejos que recibirán los alumnos de los dos primeros años de ingeniería. Nos movemos, hasta aquí, en un plano estrictamente académico. En la práctica el Instituto de Geología, desde su fundación hace ocho décadas, se ha ligado con diversos organismos gubernamentales entre los que se citan el Consejo de Recursos no Renovables, Fomento Minero, Petróleos Mexicanos y las secretarías de Recursos Hidráulicos y de Marina.

El Departamento de Botánica del Instituto de Biología se aboca a la tarea de investigar y clasificar uno de los recursos renovables cuya abundancia es ya un recuerdo y cuya existencia misma se ha visto puesta en peligro por la irracionalidad de los métodos de la explotación. Este recurso es la madera, que actualmente está siendo considerada por los botánicos desde cuatro ángulos que enumeraremos enseguida:

a) Estudio de la polimerización de monómeros de vinilo en fibras celulósicas. Con este estudio se pretende elaborar nuevos productos de bajo costo para la industria del vestido y la implantación del diseño de nuevos plásticos, empleando monómeros y fibras celulósicas de madera o de bagazo de caña.

b) Determinación de las especies propicias para la fabricación de zapatas de frenaje para los vehículos del metro. En Europa el problema del frenaje se ha solucionado con un árbol que no se da en nuestras latitudes: la haya. Es indispensable sustituirlo y a ello se aplican los botánicos auxiliados por miembros del Instituto de Ingeniería de la propia UNAM, y del Instituto de Investigaciones Forestales de la Secretaría de Agricultura y Ganadería.

c) Propiedades Tecnológicas de las maderas de las especies forestales más importantes del país. Se trata de determinar cuáles son las características anatómicas, fisicomecánicas y de resistencia a los hongos de más de trescientas variedades que son las que pueblan nuestros bosques.

d) Efectos de las irradiaciones gamma sobre la madera. Aquí la atención se enfoca hacia tres especies de madera del trópico y tres zonas templadas para establecer cuál es la influencia de diferentes dosis de irradiación sobre sus características químicas fisicomecánicas y de resistencia al ataque de hongos. En este trabajo intervienen, además del Departamento de Botánica, el Instituto de Ingeniería, el Laboratorio Nuclear de la UNAM y el Instituto de Investigaciones Forestales de la Secretaría de Agricultura y Ganadería.

Vemos, pues, gracias a estos ejemplos, que no se consideran únicos y que se refieren a temas exclusivamente técnicos, cómo la Universidad está muy lejos de ser lo que muchos afirman: una torre de marfil en la que se encierra un grupo de privilegiados o de esquizofrénicos que ha perdido el contacto con el mundo exterior y se dedica a bordar en el vacío, se enzarza en discusiones bizantinas, boga en esa nube de abstracciones en la que Aristófanes hizo subir a Sócrates para burlarse mejor de él y, mediante la burla, hacerlo vulnerable y ponerlo a merced de sus enemigos que le brindaron la profiláctica copa de cicuta.

Pero, se podrá argüir, los ejemplos citados, si acaso, justifican la actividad de una o dos facultades, de una o dos escuelas, de uno o dos institutos. Pero, ¿y todo lo demás? Pero —y aquí es donde muestran su irritación los de afuera y donde nos alarma y nos duele a los de adentro— el ala de humanidades ¿ostenta acaso algún mérito para que su supervivencia no se achaque a la inercia y al prestigio de viejas tradiciones ya obsoletas? Todavía los economistas se defienden con el argumento de que poseen el secreto de Midas; y los que estudian las carreras de ciencias políticas y sociales con el rumor de que han dado con el talismán para la convivencia feliz, equilibrada y justa de los hombres. Los abogados, si quisieran, serían capaces de alegar que se preparan para velar por la integridad de la ley que rige a la nación, esa ley por cuya vigencia se han sacrificado tantas vidas y se han ennoblecido tantos movimientos revolucionarios.

Pero, a la postre, llegamos al callejón sin salida: ¿para qué es bueno un filósofo? ¿A quién rayos le hace falta un escritor? Un historiador es absolutamente susceptible de ser borrado del mapa sin que nadie sude ni se acongoje y lo mismo un bibliotecónomo y un pedagogo y un psicológo y… bueno, no vamos a hacer el catálogo de las ramas por las que andan en la Facultad de Filosofía y Letras.

Dice Heidegger que lo útil recibe su determinación de lo inútil. Pero Heidegger es parte interesada en la cuestión y su juicio no es imparcial. Vamos a olvidarnos de él y a vivir tranquilos y prósperos en una sociedad en la que cada individuo sea un operario apto y nada más. Eliminemos a los zánganos. Superemos, aunque no sea más que en eso, a las hormigas y las abejas, el dechado que nos proponen cuando hablan de la necesaria reforma de la Universidad.

Excélsior, 1º de marzo de 1969, pp. 6A, 8A.



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